SANTA CLARA Y LAS DAMIANITAS
La rama femenina de la Orden de los Hermanos Menores es la Orden de las Clarisas, nacida en la madrugada del lunes santo de 1211, cuando la joven Clara de Asís, perteneciente a una de las familias más nobles de Asís, se fugó de casa y marchó a Santa María de la Porciúncula, donde la esperaban san Francisco y sus primeros compañeros para consagrarla al Señor. Tenía apenas 18 años y acababa de rechazar a dos pretendientes al matrimonio. Al principio vivió algún tiempo con las benedictinas del monasterio de San Pablo de las Abadesas (el actual cementerio de Bastía Umbra) y con las religiosas de San'Angelo di Panzo, en las faldas del Subasio, hasta que se le unieron su hermana Catalina (sor Inés, santa como ella) y otras jóvenes. Juntas se trasladaron, unos meses después, a la iglesia de San Damián, restaurada por San Francisco tres años antes.
Al principio las llamaban "Hermanas Menores", pero a san Francisco no le agradó el nombre y, en 1217, inspirándose en el cardenal Hugolino, protector de la Orden, lo cambió por el de
Señoras Pobres (dominas, damas, dueñas) San Francisco redactó para ellas unas normas u "observancias", pero el cánon 13 del IV Concilio de Letrán (noviembre de 1215) prohibió la aprobación de nuevas reglas, de modo que Clara y sus compañeras tuvieron que profesar la Regla benedictina, que prescribía cosas muy diferentes a lo que ellas querían, como el título de abadesa o la posibilidad de tener propiedades. Para evitar esto último, Clara obtuvo de Inocencio III (+ julio 1216) un singular "privilegio de pobreza", por el cual nadie podría obligarlas a tener rentas o posesiones.Reglas y Estatutos de la Orden.
Pronto surgieron en Italia otros monasterios de "Damianitas", es decir, de religiosas que vivían según el modelo del monasterio de "Santa María de San Damián", tales como Vallegloria en Spello, Colpersito en Sanseverino, Perusa, Florencia, Lucca...). En 1218 el cardenal Hugolino redactó para ellas unos Estatutos, que estuvieron en vigor, junto con la regla benedictina, hasta que, en 1247, fueron sustituidos por la nueva Regla de Inocencio IV. Pero Clara tampoco quedó conforme y, dos días antes de morir (murió el 11 de agosto de 1253), obtuvo del mismo papa la aprobación de "su" Regla, la primera compuesta por una mujer para mujeres, Clarisas.
La Regla de Santa Clara, sin embargo, fue aprobada sólo para San Damián y fueron pocos los monasterios que la adoptaron. Para eliminar ese inconveniente y dar cierta uniformidad a la Orden, el cardenal protector de las clarisas Cayetano Orsini compuso otra Regla que se llamó de Urbano IV, por ser el papa que la aprobó el 8 de octubre de 1263. La nueva Regla, inspirada en las de Santa Clara e Inocencio IV, abolía de hecho el privilegio de pobreza, pues establecía las rentas y propiedades como medio normal de subsistencia para las religiosas. Eso provocó una división en la Orden, entre los monasterios que seguían observando la Regla de Santa Clara y las "Urbanistas". Con el tiempo, sin embargo, casi todos terminaron por admitir las propiedades en común, incluido el Protomonasterio de Santa Clara en Asís, que había sustituido al de San Damián poco después de la muerte de la Santa.
Con el tiempo, a las Damianitas y Urbanistas se añadieron otras reformas menores, como las Coletinas (fundadas en Francia por S. Coleta Corbie), las Alcantarinas y las Capuchinas, en medio de una gran vitalidad y fuerza expansiva, principalmente en el Nuevo Mundo y en tierras de misión.
Las distintas ramas de la Segunda Orden franciscana han dado a la Iglesia y al mundo un buen número de Santas y Beatas. Debido a la gran variedad de familias y a la autonomía de que goza cada monasterio, hoy resulta difícil hacer una estadística fiable, pero se puede asegurar que existen por lo menos 800 monasterios, habitados por no menos de 15.000 hijas de Santa Clara.
Al frente de cada monasterio hay una Abadesa y, según la Constitución Apostólica "Sponsa Christi" del 21 de noviembre de 1950, la mayoría de los monasterios están organizados en federaciones, según la reforma o grupo al que pertenecen. Eso les ha hecho salir un poco del aislamiento en que habían permanecido durante mucho tiempo y les permite mantener relaciones y ayudarse mutuamente, aparte de lograrse una mayor uniformidad en la formación y en la forma de vida.
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