julio 18, 2008

ESQUEMA MISA (3)

4. DEL CANTO OFERTORIAL AL SIGNO DE LA PAZ

a) El «Sacrificium»
39. Durante la procesión de los fieles al altar para presentar sus oblaciones y mientras los ministros preparan el pan y el vino y los colocan sobre el altar, el coro canta el Sacrificium.
El Sacrificium corresponde por su función al canto que el rito romano llama Offertorium y el rito ambrosiano, Offerenda. De hecho san Isidoro trataba del mismo todavía bajo el nombre de Offertorium.


40. Una extraordinaria pieza musical de la escuela ambrosiana, Precatus est Moyses, que fue incluida también en el repertorio romano, pudo haber constituido el prototipo del nuevo género de ofertorios que se desarrolló ampliamente en el ámbito del rito hispánico.
Justifican el nuevo título de Sacrificium los textos del repertorio que describen sacrificios ofrecidos por personajes bíblicos, en fases sucesivas de la Historia Sacra, los que tratan del altar y del servicio cultual en el templo, los que evocan la liturgia celeste que se celebra ante el Cordero inmolado.


41. Entre todos los cantos de la Misa hispánica, el Sacrificium era sin duda el más extenso, y al que, desde el primer momento, se otorgó mayor importancia, en cuanto pieza musical. Sobrepasaba ciertamente el espacio de tiempo necesario para la función ritual que cubría.
Con su grandiosidad, el canto se imponía deteniendo la acción. Dentro de la pausa de reflexión que necesariamente creaba, y sobre las verdades concretas que la Liturgia de la Palabra había traído consigo, el Sacrificium proyectaba sus temas constantes, de alcance más general: la Historia de la Salvación, el culto de adoración al único y verdadero Dios; y preparaba el implícito reconocimiento de la inmolación de Cristo, actualizada en la Eucaristía, como término y cumbre de todos los sacrificios.
b) La «Oratio Admonitionis»


42. Seguidamente, el sacerdote pronuncia la Oratio Admonitionis, texto ecológico dirigido a la asamblea.
La liturgia galicana le da el nombre de Prœfatio. Desde este momento, la estructura de la Misa galicana casi se identifica con la de la Misa hispánica.


43. La nomenclatura hispánica define el texto en cuanto alocución dirigida al pueblo. El título galicano indica que el texto está destinado a preparar lo que seguirá después.
En el ámbito del rito galicano se había adoptado sistemáticamente la correspondencia entre Prœfatio y Collectio. La Prœfatio se dirige a la asamblea proponiendo los motivos de la oración común, para sintonizar el ánimo de los fieles en una misma aspiración, y luego, en la collectio, tal aspiración se formula en forma de plegaria dirigida a Dios.
Un ejemplo raro, pero perfecto, de ese método, aplicado ya anteriormente en la liturgia romana del siglo V, lo constituyen las Orationes Sollemnes del Viernes Santo.
Por lo tanto, la función de la Prœfatio - Oratio Admonitionis es la de preparar la asamblea a ejercer el don de la oración en la gran plegaria universal que va a comenzar.


44. La temática reunida en los formularios de la Oratio Admonitionis es inmensa. Se extrae de los motivos de la fiesta o del tiempo litúrgico. Sólo en los domingos de Cuaresma se refiere concretamente al Evangelio que ha sido leído en la Liturgia de la Palabra.
En los domingos del tiempo ordinario, trata específicamente de la plegaria; da instrucciones sobre el modo de orar; exhorta a la compunción y a la humildad para que la oración sea pura y eficaz.


45. Como se trata de un texto ecológico, el pueblo responde Amén. Luego el sacerdote añade una conclusión doxológica, a la que de nuevo el pueblo responde Amén. Y así se hará en la mayor parte de las oraciones que seguirán.
Con un Amén se sellaba ya la conclusión de cada una de las lecturas de la Liturgia de la Palabra. Con un Amén se manifestará la adhesión a cada una de las peticiones del Padrenuestro, y se aceptará con esperanza el buen deseo que expresa cada uno de los tres miembros de la bendición (Cf. nn. 131 y 136). Con la respuesta Amén se profesará obediencia al mandato institucional de Cristo (Cf. n. 93), y se expresará la adhesión de fe a la interpretación de san Pablo sobre el signo eucarístico (Cf. n. 94).
Ese Amén casi incesante de la asamblea constituye uno de los signos externos más evidentes que caracterizan las celebraciones según el rito hispánico, tanto en la Misa, como en el oficio y en la administración de los sacramentos. Podría haberlo heredado de la tradición alejandrina, en donde se produce un fenómeno semejante.
c) Los Dípticos


46. Con la exhortación sacerdotal Oremus, y la aclamación de la asamblea, en griego y en latín, Hagios, Hagios, Hagios, Domine Deus, Rex æterne, tibi laudes et gratias, se entra ya en la recitación de los dípticos.
En la Misa hispánica, la invitación Oremus está reservada a este momento de la gran oración eclesial y al de la proclamación del Padrenuestro.


47. De un elemento universal y antiquísimo de la celebración eucarística, la plegaria litánica de intercesión por las necesidades de la Iglesia y de la humanidad, se formaron los dípticos. La aparición de los dípticos coincide históricamente con la composición escrita de las primeras anáforas, en el siglo III.

48. En los dípticos, la súplica de intercesión se convierte en expresión de comunión de fe y de caridad con toda la Iglesia, con la jerarquía eclesiástica, con el pueblo de Dios, con los Santos: comunión de sufragio con los difuntos. Algunas de las anáforas orientales incluyen el díptico de comunión con los Padres que intervinieron en los concilios ecuménicos.
No faltan, sin embargo, entre los dípticos, peticiones por algunas necesidades de orden temporal: los enfermos, los cautivos o encarcelados, los que van de viaje. Algunas anáforas alejandrinas incluyen un díptico que pide que las periódicas inundaciones de las riberas del Nilo no sean escasas ni excesivas.


49. La mayoría de los ritos orientales conservan, además de los dípticos, la forma primitiva de intercesión litánica; y es que los dípticos son considerados parte integrante de la anáfora.
En las anáforas de tipo antioqueno, los dípticos se encuentran al final de la plegaria eucarística. Las de tipo alejandrino generalmente colocan las intercesiones entre el prefacio y el resto de la Plegaria Eucarística. Las liturgias galicana e hispánica se caracterizan por la colocación de los dípticos entre el ofertorio y el signo de la paz que, como en casi todas las liturgias, precede inmediatamente al prefacio.


50. Una de las versiones más arcaicas que se han conservado de los dípticos es precisamente la de la tradición B del rito hispánico. El uso de palabras y expresiones típicas del latín cristiano de un período muy determinado y resonancias de los mismos en las cartas de san Cipriano de Cartago y en las actas del martirio de san Fructuoso de Tarragona indicarían su procedencia de las iglesias del África latina, y acreditarían además su uso en España durante el mismo siglo III.
En los dos primeros dípticos, el de la Iglesia universal y el de la jerarquía eclesiástica, se puede reconocer una composición literaria muy rudimentaria: cada uno de los dípticos resultaría de la fusión de dos peticiones de la antigua letanía.


51. Cuando, en el siglo VI, se llegó a la estructuración definitiva de la Misa hispánica, se tenía plena conciencia de la antigüedad y venerabilidad de esa serie de dípticos. Los textos de nueva invención servirán para acompañar y mantener en el lugar eminente que le corresponde esa sagrada reliquia de la tradición.
El díptico de comunión con la Iglesia universal queda destacado, en primer lugar. Entre éste y los demás, se coloca una segunda oración propia, variable, dirigida a Dios, denominada con los términos genéricos de Alia, en el rito hispánico, y de Collectio, en el rito galicano.
d) La oración «Alia»


52. La oración Alia asume, en parte, y amplía la función de la oración Super Oblata romana, que a mediados del siglo V había representado una innovación sin precedentes.
En la oración hispánica, también se pide a Dios que acepte los dones de la Iglesia, el pan y el vino preparados sobre el altar, y lo que en ellos se quiere significar; es decir, la sumisión de la comunidad cristiana a la acción santificante de Dios. Pero trata además de la plegaria, y lo hace sistemáticamente. Se refiere al acto de la recitación de los dípticos y a la efectiva oración que su enunciado suscita en la mente de los fieles.


53. La oración Alia se concluye con una fórmula de enlace que introduce el díptico de la jerarquía eclesiástica y de la comunidad cristiana allí presente, la memoria de los Santos y el sufragio por los difuntos.
Para que esta parte de la celebración alcanzara el mayor grado de expresividad, el enunciado de los dípticos debería ser confiado al diácono o a un sacerdote concelebrante.
e) La oración «Post Nomina»


54. A la recitación de los dípticos sigue una tercera oración variable, llamada Post Nomina, que lleva también su fórmula de conclusión. El título de Post Nomina es común a las liturgias galicana e hispánica.
Post Nomina equivale a «después de los dípticos», definiendo los dípticos por su contenido. Se refiere, no sólo a los que han sido mencionados nominalmente, los Santos, los difuntos, el Papa, los obispos, sino también las personas, de las que se ha hecho memoria en cuanto enfermos, prisioneros, peregrinos, miembros de la asamblea allí presentes o de otras iglesias.
El texto de la oración Post Nomina relaciona a menudo la proclamación de los nombres en la plegaria común y la inscripción, en el cielo, de los mismos nombres en el libro de la vida.
f) Signo de la paz


55. La cuarta oración variable, llamada Ad Pacem, con su propia fórmula de enlace Quia tu es vera pax nostra, la bendición trinitaria Gratia Dei Patris omnipotentis, la monición diaconal invitando a los fieles a comunicarse entre ellos el signo de la paz y el canto Pacem meam do vobis forman la última fase de esta parte de la Misa hispánica, que media entre la Liturgia de la Palabra y la Plegaria Eucarística.

56. Con la temática fundamental de la oración Alia, se había logrado unir dos elementos tan heterogéneos como el ofertorio y los dípticos.
No fue necesario recurrir a medio alguno esta vez para que el rito de la Paz apareciera como un signo manifiesto de la comunión eclesial que se había profesado. La prosecución inalterada de un sistema en el que se suceden, con ritmo vivaz y tranquilo, las oraciones del sacerdote, las intervenciones diaconales y la adhesión del pueblo en sus respuestas, contribuye sin duda a que no se advierta solución de continuidad entre los dípticos y la paz.

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