Por una gestión emanada de su despacho le hizo meter las “mulas” al papa Benedicto XVI, quien acaba de levantarle la excomunión a un despistado prelado lefebvreísta, Richard Williamson, quien niega a pie juntillas la existencia del holocausto judío.
(Aprovecho la impunidad del paréntesis para aclarar que se denominan mulas los zapatos que los pontífices compran en la exclusiva sastrería papal Ditta Annibale Gammarelli, encargada de complacer la vanidad de los prelados del gajo de arriba. Por qué las sagradas quimbas o sandalias del Pescador llevan el nombre de “mulas”, es todo un misterio de la trinidad sartorial.)
La reivindicación de Williamson tiene furiosos a los paisanos alemanes del Papa. Y al rabinato judío. La canciller Ángela Merkel ha exigido al Vaticano que rectifique. A raíz de lo ocurrido, el papa Ratzinger dejó de ser profeta en su tierra, pese a que ya le exigió a Williamson que escupa la herejía. El obispo, un ultraconservador de amarrar en el dedo gordo, lamenta lo ocurrido, pero no se echa una jaculatoria atrás. El Papa satisfizo a todos y produjo una declaración contundente en contra de lo dicho por Williamson.
A estas alturas del partido, y pese al tierrero que se armó, Darío Cardenal Castrillón ha pasado más bien de agache. En una venial declaración para la BBC, de Londres, dijo que no existen herramientas jurídicas para apretar a su díscolo colega Williamson. No incurriré en la ingenuidad de sugerirle la cómoda renuncia porque al llegar al octavo piso (los 80) dejará de ser el presidente de la comisión pontifica Ecclesia Dei, que se encarga de volver al redil a las sotanas rebeldes. Además, los papas tienen el mismo tic del presidente Uribe: cuando alguien les renuncia, lo ratifican con todos los juguetes.
En el último conclave, Castrillón alcanzó a sonar para el trono de Pedro.
Sonar no más es ganancia y se puede poner en la hoja de vida.
Además de su indudable preparación, Castrillón, con su mirada de águila imperial, se parece de perfil al finado Papa Pio XII. Y eso da puntos en el Wall Street vaticano a la hora de nombrar Sumo Pontífice.
Otra ventaja a su favor: duerme en la misma cama que oyó roncar al cardenal Eugenio Pacelli. Y desde su dormitorio de la Piazza Città Leonina, Castrillón domina el cuarto donde duerme el Papa. Es de suponer que, para hacer puntos, Castrillón apaga la luz después de que lo hace quien le firma la terrenal quincena.
Eso no es todo: Castrillón nació con un chip que le permite aprender idiomas en menos de lo que se persigna un arzobispo ñato. La popularidad del prelado se disparó cuando organizó los actos con ocasión de los 50 años de sacerdocio del papa Juan Pablo II. Ese día terminó su discurso en polaco.
Solo le faltó preparar el borscht, la sopa polaca preferida del fallecido Pontífice.
Tal vez Castrillón produjo su alegato a favor de Williamson y otros colegas tradicionalistas un día en que el Espíritu Santo estaba de compensatorio.
(Es claro que solo los Papas están a tiro de mouse del Espíritu Santo, pero debería salirse del libreto y asesorar al resto de la burocracia vaticana). Confiando en Dios, Nos Darío superará el momento y volverá a recuperar el sueño y el insomnio. En peores partes lo ha cogido la noche.
Entonces, a rezar con toda el alma por nuestro cardenal, monseñor Dario Castrillon
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